El fin de la ilusión (de que política y economía son equivalentes) ‣ Bitácora de Eduardo Eguiarte

Bitácora de la sesión del 6 de febrero de 2013. Texto estudiado: Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, Hegemonía y estrategia socialista, Hacia una radicalización de la democracia, Madrid, Siglo XXI, 1987, Introducción y capítulo 1.
Versión de Eduardo Eguiarte Ruelas

La sesión se desarrolló en torno al capítulo “Hegemonía: genealogía de un concepto” del texto de Chantal Mouffe y Ernesto Laclau Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia. Para esto, la clase se dividió en tres partes:
  • Ronda de preguntas con relación a la lectura
  • Capitulación de la izquierda
  • Fin de las ilusiones

1. Ronda de preguntas con relación a la lectura


Para dar inicio a la sesión, el profesor preguntó si había dudas con respecto a la lectura de Laclau y Mouffe. A esto, Ana Karen León preguntó por qué la unidad de la clase obrera es presentada como simbólica cuando Chantal Mouffe en su artículo sobre Gramsci se refiere a aquella no como simbólica, sino como ideológica. Se respondió que estos autores aplican la categoría “símbolo” a la “unidad” de los obreros. Más ampliamente, dicen que cada acción es simbólica porque está “sobredeterminada” en su interpretación, es decir, que el modo de leerla es múltiple. Así, con respecto a la clase obrera la cuestión está en cómo se debe interpretar que haya una unión obrera; o bien, cómo hablar de la unión de la lucha obrera si parece que la clase obrera está fragmentada.

A continuación, Vanessa García señaló que no había comprendido por qué se presentan a las luchas sociales como un exceso. Primero, hay que comprender que un exceso se refiere a una lucha de poder. Más aún, tenemos un estado social dado, presentado como una unidad estructurada en donde cada parte tiene un lugar. Cuando una clase no está acomodada en el lugar que le corresponde dentro de ese orden se habla de que hay un exceso. Ahora bien, hay dos tipos de exceso:
  • Interno: cuando hay una confrontación entre grupos en la cual un grupo busca lo que no tiene que otro sí; esto es, busca reacomodar lo ya dado, mas no modificar el “orden” establecido.
  • Externo: Cuando un grupo (o más) cuestiona(n) el “todo” social y, por consiguiente, intenta reestructurarlo.

Subsecuentemente, Quiahuitl Sánchez interrogó sobre la diferencia entre la lógica del espontaneísmo y la lógica de la necesidad. A este respecto, se mencionó que la lógica de espontaneísmo (de Rosa Luxemburg) busca interpretar los hechos sociales como sobredeterminados, lo cual implica que no hay unas leyes causales que rigen el proceso histórico y que, por lo tanto, el colapso del capitalismo va a surgir espontáneamente entre los elementos de la población; en tanto que la lógica de la necesidad (de Kautsky) implica una suerte de relación causal necesaria donde a la clase obrera en cuanto que dirigente social sólo le queda esperar a que el capitalismo colapse y, mientras, prepararse para que cuando eso ocurra tome el poder.

En este sentido, Laclau y Mouffe dicen que ambas lógicas parecen responder a los mismos supuestos: bajo la lógica del espontaneísmo no hay necesidad de dirigentes sociales, sino que entre los elementos de la clase obrera va a gestarse el colapso del capitalismo; y bajo la lógica de la necesidad tampoco hay necesidad de dirigir dado que ya hay un imperativo histórico (inherente a las contradicciones del propio sistema) que predice tal colapso.

Después, Flor Mayén preguntó a qué se refiere el doble vacío. Hay una doble lógica –la del espontaneísmo y la de la necesidad–, lo cual implica que se va a interpretar la Historia de dos maneras: como actos espontáneos o como una necesidad determinada por el modo de producción y las relaciones de producción. Así, hay un doble vacío porque bajo la lógica de la necesidad lo que queda visto es qué se puede y qué no determinar, y deja un vacío respecto de quiénes pueden establecer el curso de la Historia o no. Por otro lado, bajo la lógica del espontaneísmo pasa lo opuesto. De este modo, lo que sostienen Chantal Mouffe y Ernesto Laclau es que la forma de interpretación es posible porque se tiene el concepto contrario. O sea, el espontaneísmo y la necesidad son opuestos y, por tanto, se complementan; si se deja alguna de las dos lógicas se pierde el sentido debido a que ambas ayudan a comprender a la otra; esto es, ambas ven lo mismo, pero desde distintos puntos de vista y bajo cierta estructura.

Para finalizar la ronda de preguntas, Mayén mencionó que no le quedaba claro el concepto de “infraestructura”. En este tenor, se explicó que en el marxismo la infraestructura –o base– se refiere a las condiciones económicas, mientras que la “superestructura” está concatenada a la ideología y a las instituciones jurídico-políticas. Y, dentro de esta misma teoría, las ideas están determinadas en última instancia por las condiciones económicas. Empero, este planteamiento postulaba que las esferas política y económica eran distintas, lo cual dejaba a la lucha política sin validez, dado que únicamente tenía sentido cambiar las condiciones económicas. Por esta razón, en el texto se cuestiona lo antedicho y se plantea si la lucha política tiene sentido y, en tal caso, en qué medida influyen las condiciones económicas.

2. Capitulación de la izquierda


Entre 1989 y 1991 cae el llamado “socialismo real”, lo que produce que la izquierda tenga un problema al definir la postura que va a tomar, esto es, debe pensar y repensar su posicionamiento. Desde entonces, los movimientos de izquierda han sucumbido a la tentación de volverse moderados –a saber, declararse centro-izquierda–. De esta manera, se ha perdido la radicalidad, o bien, la noción de antagonismo. El problema de esto es que, al abandonar dicha noción, las izquierdas justifican de facto el sistema económico actual; en otras palabras, toda forma moderada de izquierda justifica el statu quo, y lo único que intenta hacer es “humanizar” al capitalismo. En este contexto, al capitular, las izquierdas aceptan lo dado, teniendo como consecuencia que el conflicto político-partidista se reduzca a quién está en el poder.

Ante lo dicho, el concepto clave es “ proletariado”. Éste pasó de moda debido a las diversas formas que adquiere la clase trabajadora, que complican la manera de pensar en su unión. De esta manera, el socialismo entra en crisis en el concepto de “clase trabajadora”, pues hay un problema al ubicar a tal clase, si en la superestructura o en la base. Si bien en un principio debería entenderse como una condición económica, dado que lo que la define es el trabajo, en el texto se va a reflexionar sobre cómo dicho concepto también corresponde a condiciones ideológicas. De este modo, la cuestión está en la relación entre lo que unifica al grupo como ideología y su pretendida base económica.

3. Fin de las ilusiones


El punto central de Rosa Luxemburg es el concepto de “espontaneísmo”, bajo el cual se postula que lo que dirige a la Historia no es lo que dice el grupo del poder, sino que el acontecimiento (el colapso del capitalismo) se producirá cuando las condiciones estén dadas.

En este sentido, lo que interesa a Laclau y a Mouffe es la interpretación de un proletariado fragmentado por la clase, lo cual permitirá eventualmente la unificación de la clase trabajadora. Ahora bien, dicha fragmentación –que es una fragmentación de intereses– se puede leer de dos maneras:
  • Cada quien está defendiendo sus intereses y, consecuentemente, no hay nada que los una.
  • El acto que defiende cada fragmento de la clase trabajadora, a pesar de ser aislado, tiene un sentido, es decir, todas las luchas tienen un sentido, el cual debe ser que todas busquen el fin de las necesidades de cada una de ellas en conjunto.

En lo que respecta a Kautsky, él tiene una interpretación simplista. En su perspectiva, cada elemento tiene un sentido –hay un elemento llamado clase trabajadora y otro elemento llamado burguesía–, lo cual implica que la Historia va a tener un proceso lineal necesario. Por tanto, la interpretación que surge aquí es que el capitalismo tiene una serie de leyes necesarias –la proletarización y la acumulación del capital– que  llevarán a su colapso.

En este perspectiva, dado que éstas son leyes necesarias e inevitables, ¿qué queda por hacer en el orden político? Nada, sólo esperar tal colapso para tomar el poder. Sin embargo, esto se convierte en una suerte de conservadurismo ya que se permite que las cosas sigan como están y no se hace absolutamente nada.

Lo anterior hace alusión al fin de las ilusiones porque ambos, tanto Rosa Luxemburg como Kautsky, muestran una fragmentación en el orden actual de la clase trabajadora, por lo cual la pregunta que se hacen es la siguiente: ¿qué le da unidad? A lo cual se dan tres respuestas.

La primera es la de la “formación ortodoxa”. Para entender esta respuesta hay que saber que el marxismo habla de una clase trabajadora, pero lo que no ve es que no hay solamente una. Entonces, ¿cómo explicarse la diferencia entre la teoría marxista y la práctica? Pues bien, dentro de la lógica de esta perspectiva, si hay una diferencia es en detrimento de la práctica, pues la teoría no puede estar mal. De esta manera, la fragmentación del proletariado es aparente; suponemos que ya hay una identidad dada antes de la lucha política.

Sin embargo, el problema de esto es que hace de la cuestión política una mera apariencia. Para el marxismo ortodoxo, los procesos históricos se convierten en la realización de un abstracto que se concreta. Esto se puede saber porque hay una esencia subyacente que eventualmente se va a desplegar. Empero, esta forma de entendimiento es creer que se tiene un abstracto (clase social) separado de la condición económica, cuando justo se quería subrayar que lo que determina es la economía, por lo cual se cae en una paradoja antimarxista.

La segunda respuesta que se da es la del “revisionismo” de Bernstein, la cual busca romper el aislamiento en que se encuentra la clase trabajadora. Esta postura plantea que si la teoría está en desacuerdo con la práctica, lo que está mal es la teoría y, por tanto, lo que está mal es (la interpretación ortodoxa d)el marxismo.

Cabe mencionar que Chantal Mouffe y Ernesto Laclau señalan que Bernstein introduce una ambigüedad: si lo que va a dar unidad a la clase trabajadora es el partido, ¿por qué aquélla deberá unirse al partido? Más aún, el revisionismo cuestiona que Marx falló en sus conclusiones; pero, además, afirma que el programa del partido no es científico y, asimismo, asevera que el Estado es el campo de la lucha política. Sin embargo, al plantear esto lo que hace es relegar la cuestión económica y darle total importancia a la esfera política. Es en este sentido que la crítica de los autores respecto de esta postura es que no hay una relación de fuerzas.

La tercera respuesta, que es la del “sindicalismo revolucionario”, quedó pendiente para la siguiente sesión, dando así por concluida esta clase.

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