Gramsci — Notas sobre Maquiavelo 2 ‣ Resumen de Julio César Mondragón

Antonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno, Buenos Aires, Nueva Visión, 1972, Capítulo 1, pp.71-138. Resumen de Julio César Mondragón García

Síntesis


Este texto plantea la forma en que las luchas políticas se pueden presentar. Así, Gramsci toma como su mejor ejemplo el caso político de Francia. También se nos presenta una serie de conceptos: el cesarismo plantea la idea de las luchas políticas y de cómo estas se absorben unas a las otras. Las aplicaciones de este cesarismo en la actualidad son distintas a como lo fueron durante el gobierno de Napoleón III, y es visible que la fuerza económica toma un papel muy importante y que anteriormente le correspondía al militar. La lucha política y militar implica una serie de comparaciones y analogías entre lo que es la política y la guerra, donde es citado el trabajo de Rosa Luxemburg acerca de cómo penetrar en el capitalismo para su derrocamiento.

Gramsci recupera a Robert Michels y su división de los partidos políticos, con la cual no está totalmente de acuerdo, pero que es funcional y sólo debe ser sometida a mejoras. Deja un tanto más claro el sistema por el que los partidos actúan. Y por último, Gramsci habla acerca de algo que muchas personas se han preguntado: el motivo por el que los votos de todos poseen el mismo valor, es decir, vale lo mismo la opinión de un culto y letrado miembro de la sociedad, como la de un individuo que ni siquiera sabe leer y escribir. Parece injusta de este modo la votación, pero he ahí el asunto: cómo convence esa persona culta y letrada a esa otra persona analfabeta, para que esta última vote a favor de quien cree correcto el individuo culto.


Resumen


El cesarismo


Se puede decir que este expresa el momento en el cual las fuerzas de lucha se equilibran de una manera desastrosa, de tal manera que la lucha no puede sino terminar con la destrucción recíproca. Cuando la fuerza progresiva A se enfrenta con la fuerza regresiva B, no sólo puede ocurrir que A venza a B o viceversa, puede ocurrir que ninguna de las dos gane, que se debiliten recíprocamente y que una tercera fuerza C  intervenga desde el exterior, y domine lo que quede de A y B.

Puede existir un cesarismo progresista, y uno regresivo; y el significado de cada forma del cesarismo puede ser reconstruido en última instancia por medio de la historia concreta. El cesarismo es progresista cuando ayuda a las fuerzas progresistas a triunfar aunque sea con ciertos compromisos y temperamentos limitativos; es regresivo cuando ayuda a ganar a las fuerzas regresivas, pero en este caso también con compromisos, los cuales sin embargo tienen un significado diferente al anterior.

Todo gobierno de coalición es un principio de cesarismo, que puede o no desarrollarse hasta los grados más significativos. En el mundo moderno con sus grandes coaliciones de carácter económico-sindical y político, el fenómeno cesarista es muy distinto de cómo fue durante la época de Napoleón III. En el periodo que termina con Napoleón III las fuerzas militares constituían un parte importante para la constitución del cesarismo, que se verificaba a través de golpes de Estado, bien organizados y precisos.

En el mundo moderno las fuerzas políticas y sindicales que tiene acceso a medios financieros incalculables complican el problema. Los funcionarios de los partidos y sindicatos pueden ser corrompidos o aterrorizados sin necesidad de acciones militares a gran escala.

El cesarismo es una hipótesis genérica, un esquema sociológico cómodo para el arte política. Esta hipótesis puede tornarse cada vez más concreta, elevarse en un mayor grado a la aproximación de la realidad histórica si se precisan algunos elementos fundamentales.

A y B pueden ser contradictorias, pero no lo suficiente como para no llegar a una asimilación y fusión recíproca, también es posible que la catástrofe emerja por un momento de “deficiencia política” de la fuerza dominante y no necesariamente por un fallo orgánico insuperable.

En el mundo moderno el equilibrio de perspectivas catastróficas  no se verifica entre fuerzas que en última instancia pudieran fundirse, sino entre fuerzas cuyo contraste es incurable y que se profundiza con el advenimiento de las formas cesaristas. Sería un error de método el considerar que los fenómenos del cesarismo, tanto progresivos como regresivos, o de carácter intermedio episódico, todo el nuevo fenómeno histórico se deba al equilibrio de las fuerzas fundamentales, es necesario ver también las relaciones existentes entre los grupos principales de las clases fundamentales y las fuerzas auxiliares guiadas o sometidas a la influencia hegemónica.

Lo que las torna históricamente eficientes es la debilidad constructiva de la fuerza antagónica y no a una fuerza íntima propia; de ahí que entonces estén ligadas a un equilibrio de fuerzas en lucha, ambas incapaces en su propio campo una voluntad propia de reconstrucción.

Lucha política y guerra militar


En la guerra militar, una vez logrado el fin estratégico de la destrucción del enemigo y la ocupación de su territorio se da la paz. Por otro lado es también posible que para que la guerra concluya basta que el objetivo estratégico sea alcanzado sólo potencialmente es decir, que no quede duda de que un ejército saldrá victorioso y el otro no puede combatir más, por lo que el ejército “victorioso” puede ocupar el territorio enemigo.

Al contrario de la guerra militar, la lucha política es mucho más complicada; sin embargo, toda lucha política trae consigo un sustrato militar, la lucha política puede verse expresada en tres formas de guerra, la lucha de movimiento, de posición y subterránea. La resistencia pasiva de Gandhi es una guerra de posición, las huelgas son guerras de movimiento y la preparación clandestina de armas y elementos combativos es la guerra subterránea.

En la lucha política moderna además de la guerra de movimiento y de la guerra de posición, existen otras formas como lo es el “arditismo moderno” propio de la guerra de posición. Los “arditi” son formaciones tácticas que presuponen un ejército poco eficiente pero no inerte que ha perdido en parte la estructura militar, pero que aún respeta algunos fundamentos básicos de esta y son los “arditi”: la expresión no de una combatividad general, sino de la pasividad y relativa desmoralización.

En la lucha política es preciso no imitar los métodos de lucha de las clases dominantes, para no caer en fáciles emboscadas. Una organización estatal debilitada es como un ejército que ha perdido todo su vigor, entran en el campo los “arditi” es decir, las organizaciones armadas privadas que tienen por objetivo, el hacer uso de la ilegalidad mientras el Estado parece estar dentro de la legalidad para poder reacomodar al Estado. El creer que la actividad privada ilegal, debe ser combatida con otra práctica igual, es decir, combatir arditismo con arditismo es inútil ya que presupone que el Estado permanecerá inmóvil, lo cual no ocurre jamás.

La táctica de los “arditi” no tiene la misma importancia para una clase que para otra: para ciertas clases le es necesaria pues le es propia la guerra de movimiento y de maniobra, que en el caso de la lucha política, puede combinarse con un útil e incluso indispensable uso de la táctica de los “arditi”. Pero fijarse en un modelo militar es una tontería; la política debe ser aquí un instrumento superior a la parte militar. Sólo la política crea la posibilidad de la maniobra y del movimiento.

A propósito de  la comparación entre los conceptos de guerra de maniobra y guerra de posición en el arte militar y los conceptos correspondientes en el arte político, debe recordarse el folleto de Rosa Luxemburg en el cual el elemento económico inmediato (crisis) es el equivalente a la artillería de campaña, la cual en la guerra abre una brecha en la defensa enemiga, suficiente para que las tropas propias irrumpan y obtengan un éxito definitivo (estratégico) o al menos importante en la dirección de la línea estratégica. En la ciencia histórica, la eficacia del elemento económico inmediato es mucho más complejo que el de la artillería de campaña, además de que este provoca un triple efecto:
  1. abrir un brecha en la defensa enemiga, luego de haber llevado la confusión a los cuadros adversarios, abatida su confianza en sí mismos, en sus fuerza y en su porvenir;
  2. organizar con rapidez fulminante las propias tropas, crear sus cuadros o al menos ubicar con una celeridad fulminante los cuadros existentes en su puesto de encuadre de las tropas diseminadas;
  3. crear en forma instantánea la concentración ideológica de la identidad de los fines a alcanzar.

Era una forma de férreo determinismo economicista, con el agravante de que los efectos eran considerados como inmediatos en el tiempo y en el espacio. Pese a sus deficiencias, el folleto de Rosa y sus teorías influyeron sobre los sindicalistas franceses.

El concepto de Revolución pasiva


Este debe ser rigurosamente deducido de los dos principales fundamentos de la ciencia política: 1) que ninguna formación social desaparece mientras las fuerzas productivas que se desarrollaron en su interior encuentran aún posibilidades de desarrollos ulteriores y movimientos progresivos; 2) que la sociedad no se plantea objetivos para los que no se hayan dado ya las condiciones necesarias.

Sobre la burocracia


Toda forma social y estatal tuvo sus problemas de funcionarios, un modo propio de plantearlo y resolverlo, un sistema de selección, un tipo de funcionario a educar. El reconstruir todos los elementos es de una importancia capital. El problema de los funcionarios coincide con el de los intelectuales.

Toda forma social y estatal nueva, necesita un nuevo tipo de funcionarios, pero no puede prescindir de los antiguos funcionarios en su totalidad sobre todo en la esfera eclesiástica-militar. La unidad del trabajo manual e intelectual y una vinculación más estrecha entre el poder legislativo y ejecutivo, pueden ser motivos para una nueva dirección en la solución del problema de funcionarios e intelectuales.

A la cuestión burocrática y su óptimo rendimiento está ligada la discusión del llamado “centralismo orgánico” y el “centralismo democrático”: en el primer caso, el término correcto debería ser “centralismo burocrático” y el carácter de “orgánico” solo lo puede poseer el “centralismo democrático” pues es un centralismo en movimiento, tiene en cuenta el movimiento, que es la forma orgánica en que se revela la realidad histórica y no se esteriliza mecánicamente en la burocracia. Al mismo tiempo tiene en cuenta que es relativamente estable, o que se mueve en una dirección fácil de prever. El centralismo democrático ofrece una fórmula elástica que se presta a muchas encarnaciones; dicha fórmula vive en cuanto es interpretada y adaptada continuamente a las necesidades.

El teorema de las proposiciones definidas


Las premisas existen en abstracto, pero las consecuencias no se realizan porque falta el factor humano. Por ello se puede afirmar que los partidos deben formar dirigentes capaces y representan la función de masa que selecciona, desarrolla y multiplica los dirigentes sociales necesarios para que un grupo social determinado, se articule y de un caos tumultuoso, se transforme en un ejército orgánicamente predispuesto.

Sociología y ciencia política


Lo que hay realmente importante en la sociología no es otra cosa que ciencia política. Si ciencia política significa ciencia del Estado, y es el Estado todo el complejo de actividades prácticas y teóricas con las cuales la clase dirigente no solamente justifica y mantiene su dominio, sino también logra obtener el consenso activo de los gobernantes, es obvio que la sociología es ciencia política.

El número y la calidad de los regímenes representativos: uno de los lugares comunes más banales que se ha repetido en contra del sistema electivo de formación de los órganos estatales es el de que “el número es en él una ley suprema” y de que las opiniones de cualquier imbécil que sepa escribir e incluso que sea analfabeta vale, cuando se desea determinar el curso político del estado, exactamente lo mismo que el de aquellos que dan al Estado y a la nación sus mejores fuerzas.

Esto no es así: los números son para medir el nivel de persuasión de las elites activas y por lo tanto no todos los votos valen lo mismo, puesto que las ideas no se generan espontáneamente y es la tarea de estos hombres que dedican sus mejores fuerzas al Estado, el expandir sus ideas, y son estos últimos y su esfuerzo quienes deciden el rumbo político. Si este representante de la elite no logra propagar sus ideas, se le es juzgado como un inepto.

Cuestión del “hombre Colectivo” o “conformismo social”


Tarea educativa y formativa del Estado que tiene siempre el fin de crear nuevos y más elevados niveles de civilización, de adecuar la civilización y la moralidad de las masas más vastas masas populares a las necesidades del continuo desarrollo del aparato económico de producción y por ende, de elaborar físicamente también nuevos tipos de humanidad.

Fase económico-corporativa del Estado


En la política y la diplomacia, el elemento volitivo tiene mayor importancia en la política que en la diplomacia. La diplomacia sanciona y tiende a conservar las situaciones creadas por el empuje de las políticas estatales; es creadora sólo en sentido metafórico, filosófico convencional. Las relaciones internacionales sólo mantienen un equilibrio de fuerzas en el cual todo particular elemento estatal puede influir muy débilmente. El hábito del diplomático, que debe aceptar una voluntad extraña a sus convicciones particulares, de donde por consiguiente, el escepticismo, y en la elaboración científica, se dan los juicios extra científicos.

La ciencia política atrae el atributo de la “voluntad” y no tiene en cuenta al fin al que se aplica una voluntad determinada. El atributo de “utópico” no es propio de la voluntad política en general, sino de las voluntades particulares que no saben ligar el medio al fin y por lo tanto no son tampoco voluntades sino simples veleidades, sueños.

Hegemonía (sociedad civil) y la división de poderes


La división de poderes  y toda la discusión surgida alrededor de su realización, así como la dogmática jurídica de su advenimiento, son el resultado de la lucha de la sociedad civil y la sociedad política, de un determinado periodo histórico, con un incierto equilibrio de clases, determinado por el hecho de que algunas categorías de intelectuales están aún demasiado ligadas a las viejas clases dominantes. Es decir, se verifica en el interior de la sociedad lo que Croce  llama “el perpetuo conflicto entre la iglesia y el estado”, donde la iglesia representa a la sociedad civil en su conjunto y el Estado como representante de toda tentativa de cristalizar una determinada etapa del desarrollo, una determinada situación. En este sentido, puede la iglesia transformarse en un Estado y el conflicto puede darse entre la sociedad civil laica y el Estado-iglesia.

En la distinción de los poderes, el parlamento está más ligado a la sociedad civil, el poder judicial situado entre el gobierno y el parlamento representa la continuidad de la ley escrita (aun contra el gobierno). Estos poderes son parte de la hegemonía política pero en medida diferente, 1) Parlamento, 2) magistratura, 3) gobierno. Es en la administración judicial donde el aparato hegemónico es más sensible y a la vez es quien proyecta las visiones más desastrosas para la población.

Concepción del derecho


Todo Estado tiende a crear y mantener un cierto tipo de civilización y de ciudadano, tiende a hacer desaparecer ciertas costumbres y actitudes  ya a difundir otras. El derecho será el medio para el logro de este fin y debe ser elaborado en conformidad con dicho objetivo, logrando el máximo de eficacia y de resultados positivos.

El derecho es el aspecto negativo y represivo de toda la actividad positiva de forma civil desplegada por el Estado. La concepción del derecho debieran también ser incorporadas las actividades “destinadas a recompensar” a los individuos grupos etc.; se premia la actividad loable y meritoria así como se castiga la actividad criminal.

Robert  Michels y los partidos políticos


La orientación general de los partidos consistirá por tanto en el Machtstreben personal o impersonal. En el primer caso, los partidos personales se basarán en la protección acordada de los inferiores por un hombre poderoso. En la historia de los partidos políticos son muy frecuentes los casos de este tipo. Frecuentemente los partidos socialistas llevan el nombre de sus jefes, cuando un jefe ejerce una influencia sobre sus adherentes, por cualidades tan sorprendentes que parecen sobrenaturales, puede ser llamado jefe carismático.

La dirección carismática lleva consigo un dinamismo político muy vigoroso. Saint-Simon, dijo en su lecho de muerte a sus discípulos que era necesario siempre el recordar, que para hacer grandes cosas hay que ser apasionado. Ser apasionado significa tener el don de apasionar a los demás. Es un estimulante formidable. Esta es la ventaja de los partidos carismáticos sobre los otros, basados en un programa bien definido y los intereses de clase. El jefe carismático puede pertenecer a cualquier partido, ya sea autoritario o no autoritario.

La división de partidos de Michels es superficial y sumaria, pues se atiene a caracteres externos y genéricos:
  1. Partidos carismáticos, es decir agrupados en torno a ciertas personalidades, con programas rudimentarios, la base de estos es la fe y la autoridad de uno solo.
  2. Partidos que tienen como base los intereses de la clase, económicos y sociales, partidos de obreros, campesinos o de petitgens, ya que los burgueses no pueden formar  por sí solos un partido.
  3. Partidos políticos generados por ideas políticas o morales generales y abstractas. Cuando esta concepción se basa en un dogma más desarrollado y elaborado hasta en los detalles, se podría hablar de partidos doctrinarios, cuyas doctrinas serían privilegios de los jefes.

En general, los partidos concretos presentan por lo general matices intermedios o combinaciones de los tres. A estos tres se les agregan otros dos: los partidos confesionales y los partidos nacionales (también existen los monárquicos en repúblicas y los republicanos en monarquías).

Los partidos nacionales profesan el derecho de cada pueblo y fracción del pueblo, a la soberanía completa y sin condiciones, pero luego de 1848 estos partidos desaparecieron, tomando su lugar los partidos nacionalistas sin principios básicos y que niegan a todos los demás.

Notas sobre la vida tradicional francesa


El partido monárquico en Francia se basa en los residuos aún tenaces de la vieja nobleza, terrateniente y en parte de los burgueses e intelectuales; ellos confían en la caída del régimen parlamentario burgués y en la incapacidad de otro sistema de implantarse. En espera de que esto ocurra el centro dirigente,  “L`action francaise” desarrolla sistemáticamente una serie de actividades: una actividad político-militar (militar en el sentido del partido y poseer células en el ejército) para reagrupar de forma más eficiente la estrecha base social sobre la cual se apoya históricamente. Estando constituida por miembros, en general los más selectos, que los de cualquier otro partido, es así posible crear un partido notable, e incluso imponente pero que se agota en sí mismo, es decir no tiene las reservas para lanzarse a la lucha en la crisis del capital. El partido es notable sólo en épocas normales, cuando los elementos activos de la lucha política se cuentan por decenas de millares, pero se transforma en un partido inútil cuando exista una crisis y los votos deban ser de millares e incluso de millones.

Debido al desarrollo industrial y comercial, la base económica es ampliada y profundizada constantemente; desde las clases inferiores se elevan hasta las clases dirigentes; la sociedad entera está en un continuo proceso de  formación y disolución acompañada de relaciones más complejas y ricas en posibilidades que culmina en la guerra mundial.

El ejercicio “normal” de la hegemonía en el terreno ya clásico, del régimen parlamentario, se caracteriza por la combinación de la fuerza y el consenso que se equilibran en formas variadas, sin que una rebase demasiado a la otra. Entre el consenso y la fuerza se encuentra la corrupción-fraude, que tiende a enervar y paralizar a las fuerzas antagónicas atrayendo a sus dirigentes, en forma abierta o solapada, cuando existe un peligro inmediato, y lleva así al desorden y confusión en las filas enemigas.

En el periodo de la posguerra, el aparato hegemónico, se agrieta, y el ejercicio de la hegemonía se dificulta siendo permanentemente difícil y aleatorio.

La crisis en Francia


Los partidos políticos franceses eran muchos antes de 1914 y su multiplicidad dependía de la riqueza de los eventos revolucionarios y políticos en Francia desde 1789, cada acontecimiento dejó residuos que se sedimentaron y transformaron en partidos, aunque en el parlamento siempre han reinado dos partidos, los liberales-democráticos y los conservadores , sin embargo la heterogeneidad de partidos, permitía crear una serie de individuos muy bien aptos para el trabajo político.

La única amenaza existente en ese periodo era la unión del clericalismo y el monarquismo, pero la masa popular que era católica, no era clerical. El punto culminante de la crisis parlamentaria francesa, tuvo lugar en 1925, y fue cuando el partido monárquico realizó su entrada con Maurras quien utilizó el iluminismo para atraer al público. El iluminismo creó una serie de mitos populares que eran solamente la consagración futura de las esperanzas u objetivos de las clases, desde la religión hasta la filosofía.

El lenguaje político se transformó en una jerga, se formó una atmósfera de conspiración de logía; a fuerza de repetir siempre las mismas fórmulas, se buscaba que todos pensaran igual y al pensar igual, no pensarían.

El centralismo orgánico, se funda en el principio de que un grupo político es seleccionado por “cooptación” en torno a un “portador infalible de la verdad”, a un “iluminado de la razón”, que ha encontrado las leyes naturales infalibles de la evolución histórica, aunque sea a largo alcance y aunque los acontecimientos parezcan contradecirlas. La aplicación de las leyes de la mecánica y la matemática a los hechos sociales que sólo puede tener un valor meramente metafórico, se transforma en el único y alucinante motor intelectual. El nexo entre el “centralismo orgánico” y las doctrinas de Maurras es evidente.

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