Estado y sociedad civil. Coerción y persuasión ‣ Bitácora de Eduardo Eguiarte

Bitácora de la sesión del día 22 de marzo. Texto estudiado: Perry Anderson, Las antinomias de Antonio Gramsci, Estado y revolución en Occidente, Barcelona, Fontamara, 1981, Capítulos III y IV. Versión de Eduardo Eguiarte Ruelas


La sesión se desarrolló a propósito de los capítulos tres y cuatro del libro de Perry Anderson Las antinomias de Antonio Gramsci. Estado y revolución en Occidente. De esta manera, la clase se dividió en tres partes:
  1. Ronda de preguntas en relación con la lectura
  2. Modelos de Estado y sociedad civil
  3. Coerción y persuasión

1. Ronda de preguntas en relación con la lectura


Para dar comienzo a la clase, el profesor preguntó si había dudas acerca de la lectura de Perry Anderson. A este respecto, Eduardo Eguiarte preguntó si la coerción implica una suerte de integración, es decir, si el hecho de realizar un acto coercitivo contra un grupo antagónico implica integrar al mismo. Eduardo Villegas respondió con otra pregunta: ¿se puede hablar de coerción sin persuasión? O bien, ¿un determinado Estado puede mantenerse como tal sin persuasión y sólo por medio de coerción? A esto, respondió que más bien se tiene que pensar la coerción en relación con la persuasión, de la cual siempre se requiere cierto grado. Y, en este sentido, la integración está del lado de la persuasión.

Posteriormente, Ana Karen León preguntó a qué se refiere el concepto de «frente único» que plantea Antonio Gramsci. Se contestó que el frente único implica la unificación de las distintas fuerzas sociales con un objetivo específico. Aquellas se unen en un frente único para enfrentar al grupo hegemónico. Anderson y Gramsci plantean esto entre los socialdemócratas (reformistas) y los partidarios del comunismo, los cuales estaban separados y, según Gramsci, debían unirse para ir juntos contra el régimen capitalista.

En este contexto surgieron dos corrientes contrarias a estos dos grupos, las cuales les ganaron debido a dicha fragmentación: los fascistas en Italia y el NSDAP (nazis) en Alemania. Para Gramsci, los socialdemócratas y los comunistas debieron haberse aliado en un frente único contra ellos. Sin embargo, su mayor error fue, en lugar de unir fuerzas, verse el uno al otro como su principal enemigo. Para decirlo con mayor precisión, los socialdemócratas veían a los comunistas como la mayor amenaza, y viceversa. Por otro lado, los fascistas y los nazis sí formaron un frente único; articularon sus intereses a los de los capitalistas, los pequeño burgueses, etcétera, contra la amenaza del comunismo.

A continuación, Flor Mayén cuestionó sobre qué es lo que incide para que se dé el paso a otro modo de producción (esto es, a uno no capitalista). Se señaló que una interpretación (que falló) fue la del periodo de crisis. La teoría ortodoxa planteaba que en una etapa de crisis se podría conseguir la colectivización de los medios de producción; sin embargo, sucedió lo opuesto. Un ejemplo de esto es la crisis del ’29, en la cual, en tanto la izquierda no formó un frente único, los grupos burgueses se coaligaron, de modo tal que después de la crisis se mantuvo el mismo sistema económico.

2. Modelos de la relación entre Estado y sociedad civil


Gramsci plantea la dicotomía entre Oriente y Occidente: en tanto que en Oriente el Estado prepondera sobre la sociedad civil, teniendo de su lado los elementos coercitivo y persuasivo, en Occidente la sociedad civil está posicionada sobre el Estado –es decir, el Estado es el total de las relaciones de la sociedad civil–, en donde la coerción se encuentra del lado del Estado, mientras la persuasión del lado de la sociedad civil. En otras  palabras, mientras que los zares rusos gobernaban por la fuerza, las burguesías anglo-francesas gobiernan por la persuasión.

Bajo este modelo, la sociedad civil posee primacía porque tiene acceso al poder por medio de las elecciones. Sin embargo, Anderson objeta que el modelo «occidental» es de hecho inviable, ya que implica que la hegemonía radica exclusivamente en la sociedad civil. Y eso último es un error porque si la democracia formal permite acceder al poder a las masas, entonces sería un misterio por qué no se ha implementado ningún gobierno socialista por la vía democrática.

La cuestión, dice Anderson, es que hay no un adoctrinamiento expreso, sino una difusión invisible del fetichismo de la mercancía. Y en este sentido, si el problema radica en la difusión invisible del fetichismo de la mercancía, la solución sería liberar a la clase trabajadora de las mistificaciones capitalistas por medio de su conversión ideológica.

Más aún, al considerar que la sociedad civil conforma la totalidad del Estado se encuentran dos errores:
  • En todo caso, ¿por qué cambiar la forma de gobierno, si es la propia sociedad civil la que decide sobre el rumbo que sigue su gobierno? Esto es, tal planteamiento elimina de facto la posibilidad de otra forma de organización social.
  • Hace suponer que el orden económico y el orden político son esferas distintas. Las decisiones se toman en razón del ámbito político, sin importar la condición económica, pues legalmente todos son iguales para el Estado.

En suma, el problema radica en la partición que se da de facto entre la sociedad civil y el Estado (en Occidente mismo). Aunque políticamente se sea igual, hay un  grupo que de manera sistemática tiene más. Y, en consecuencia, la cuestión es que la creencia en la libertad de la democracia burguesa parece establecer los límites de lo que es socialmente posible.

La segunda fórmula que da Gramsci postula que el Estado –al cual denomina “Estado ético”– y la sociedad civil están en equilibrio. Hay un balance entre coerción y persuasión: la sociedad civil ejerce la ideología mientras que el Estado se encarga de la violencia.

Empero, Anderson objeta que la coerción y la persuasión no tienen el mismo peso. Todo sistema de persuasión se funda en una forma de violencia. Y de acuerdo con esto, la sociedad civil sigue estando subordinada, pues existe una subyacente coerción que permite el discurso de las persuasiones.

Por último, Gramsci propone un modelo en el que el Estado es igual a la sociedad política y la sociedad civil, de manera que la distinción misma no tiene sentido. En este caso, la sociedad civil se contrasta con un sistema de instituciones superestructurales, siendo intermediaria entre la economía y el Estado. Esto es, hay un explícita disociación de los orígenes económicos por parte del Estado.

Bajo esta perspectiva, sociedad civil y Estado son lo mismo en el sentido de que se cancela toda diferencia entre ambos. Lo anterior implica que si hay un cierto orden político, este orden tiene un consentimiento. Para entender tal consentimiento, hay que preguntarse a qué se debe que en un momento histórico dado aquellos que deberían ser la fuerza progresista hayan capitulado.

3. Coerción y persuasión


Perry Anderson propone para entender estos modelos dos términos clave: coerción y persuasión. Como ya se había mencionado, parece que en Occidente no hay coerción, pues no se tiene conciencia de estar siendo reprimido, salvo en ocasiones extraordinarias de confrontación con las fuerzas policíacas. Es decir, la carga valorativa cae en la persuasión. Por otro lado, en Oriente había una clara represión.

Gramsci traslada el concepto «hegemonía» en términos de la revolución rusa a la relación con la burguesía, cuando tal era sólo utilizado para referirse a la clase obrera respecto de las otras clase dominadas. A esto, Anderson cuestiona si realmente se puede trasladar esta relación a la burguesía. En otras palabras, ver si hay dirección y dominación por parte de la clase capitalista. Y en este sentido, se ve que ésta ejerce una suerte de dominación sobre el proletariado; no obstante, no se tiene una idea clara sobre a quién dirige.

La cuestión es que si la burguesía ejerce una hegemonía se tiene que ver si los términos de coerción y persuasión tienen o no sentido. Es decir, el problema de eso es que el consenso de las clases dominadas en el sistema capitalista es mucho más poderoso con respecto al que tenía la sociedad feudal con el ascenso de la burguesía.

En el paso del feudalismo al capitalismo la clase emergente es la clase burguesa, la cual logra convertirse en la clase hegemónica gracias al acceso a los medios de producción intelectual; pero proyectar esto a la transición del capitalismo al socialismo, en donde la clase ascendente es el proletariado y la clase decadente es la burguesía, es arriesgado. Esto dado que hay una diferencia histórica: el proletariado no cuenta con los medios de producción intelectual, pues aquéllos están en posesión de la burguesía. Con esta aclaración, Eduardo Villegas concluyó la sesión.

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