Estado, derecho y política ‣ Bitácora de Yatzín Domínguez

Bitácora de la sesión del 13 de marzo de 2013. Texto estudiado: Antonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno, Buenos Aires, Nueva Visión, 1972, Capítulo 1, pp.139-196. Versión de Yatzín Domínguez Ordaz

La sesión del miércoles 13 de marzo inició, como ya es costumbre, con la serie de preguntas:

Eduardo Eguiarte:

¿A qué se refiere Gramsci cuando menciona la fase corporativa económica del Estado? Esto es cuando el grupo que ejerce la hegemonía lo hace exclusivamente en función de sus intereses corporativos, como por ejemplo el proletariado sólo ve por sus intereses y subordina los intereses de cualquier otro grupo o clase social.

¿Por qué menciona esta dicotomía sociedad civil y sociedad política, si se supone que la sociedad civil es de facto política? La sociedad política es aquel conjunto de funcionarios, burócratas y especialistas que se dedican de tiempo completo a la labor dirigente de una sociedad, mientras que la sociedad civil es el conjunto de personas que conforman esta sociedad, pero esta distinción puede resultar problemática ya que podríamos plantear que aquellos que pertenecen a la sociedad política son los especialistas y el resto no tienen nada que ver con la política: eso nos remite a la pregunta sobre si se puede ser apolítico. Esto podría plantearse al distinguir estas dos categorías. Para Gramsci y algunos marxistas está distinción no tiene sentido, ya que la sociedad civil de facto es una sociedad política.

Cuando hablamos de sociedad civil, el término que nosotros empleamos deriva del latín civitas, que quiere decir ciudad, y esta sociedad civil es aquella que pertenece al conjunto poblacional acotada conocido como ciudad, que es análogo al polites (ciudadano) griego, o sea aquel que pertenece a la polis, y la polis es lo mismo que civitas, de tal manera que lo civil es en ese sentido equivalente a ser político. Con esto podemos encontrar una equivalencia con estos dos juegos etimológicos.

El término francés burgo fue el conjunto feudal donde se reunían las poblaciones para defenderse de los agresores; los burgos dieron paso a la sociedad «burguesa» que ya no estaba solamente subordinada a un jefe feudal. Lo curioso es que en alemán la sociedad civil se dice bürgerliche Gesellschaft, es decir, en alemán es lo mismo la sociedad burguesa (capitalista) y la sociedad civil. El burgo es precisamente la ciudad, entonces la sociedad civil es lo que Marx cuestiona como (reducido a) la sociedad burguesa. Cuando hablamos del objeto referente de la sociedad burguesa, es decir aquella en donde se funda el capitalismo, esta sería lo mismo que la sociedad civil. Por ello, para algunos marxistas la sociedad civil es lo mismo que el conjunto de relaciones políticas porque en griego, latín y alemán son términos que están profundamente emparentados, y no solo en una cuestión lingüística sino conceptual. Podríamos decir que son dos términos parecidos pero en el momento del análisis conviene distinguirlos.

Ana Karen León:

¿A qué se refiere Gramsci con «sociedad regulada»? Se refiere a la dictadura del proletariado, es decir la superación del Estado.

¿Por qué Hegel habla de que todo ser humano será burgués? La evolución histórica implica la fundación de los Estados. Esa fundación es burguesa en el sentido que nosotros llamamos «civil», o sea la fundación de un estado civil. Pero como el término en alemán es el mismo para decir burgués y civil, por eso en Hegel leemos sociedad burguesa, como lo hizo Marx, que no lee sociedad civil sino sociedad burguesa. Ahí es donde dice Marx que Hegel falla, ya que no es simplemente la sociedad burguesa el culmen de la historia.

¿Se podría dar un equilibrio económico al mismo tiempo que un equilibrio político? Tenemos dentro de la «estructura» diferencias económicas que pueden ser vistas en el antagonismo que existe entre la clase proletaria y la clase burguesa. Este conflicto que se dirime en el nivel de la estructura o base, tiene como consecuencia, en el orden político, una confrontación. Lo que se está afirmando es que una vez que logremos superar la fase de confrontación de la base entonces las diferencias políticas se eliminarán también. Laclau y Mouffe plantean que esto no es así, sino que las diferencias políticas permanecerán, incluso si proyectamos que en el orden económico se resuelvan las diferencias. Antes de llegar a esta distinción, nos centraremos a una distinción previa: ¿es posible la equidad política sin una equidad económica? El profesor planteó esta pregunta para una reflexión posterior, ya que aún no contamos con los elementos necesarios para responderla.

Melisa Aguilar:

¿Cómo el parlamento se hace parte del Estado? Para responder esta pregunta necesitamos analizar lo que es la distinción entre «gran política» y «pequeña política», pero antes de eso se debe definir la constitución del Estado.

Esta pregunta hizo que el profesor nos planteara los tres puntos a tratar:
  1. Cuestiones del Estado
  2. Cuestiones del derecho
  3. Cuestiones de la política

a. Antes que nada hay que recalcar, que la cuestión del derecho y la cuestión de la política están en función del Estado. Gramsci nos muestra una discusión que fue muy viva en la Revolución de Octubre en la República Rusa, esa discusión fue la que confrontó por un lado a Lenin con Trotsky y finalmente a Trotsky con Stalin acerca de la posibilidad o no de establecer el socialismo en un solo país. Para Stalin, que era un tipo mucho más hábil en términos de política doméstica, no sólo es posible sino deseable en las condiciones actuales, mientras llegan las circunstancias «adecuadas» para realizar la revolución mundial: él planteaba primero establecer el socialismo en un solo país. Para Trotsky y otros marxistas, esto no será posible, incluso Marx señala en El Capital que el querer establecer el socialismo en un solo país está destinado al fracaso. Estas dos posturas se confrontan y Gramsci ofrece una solución, por así decirlo, intermedia.

Según Gramsci, tendríamos por una lado la posibilidad de que la filosofía de la praxis, es decir el socialismo, sea nacional o bien internacional. En términos objetivos a largo plazo es evidente la necesidad de que los valores sean exclusivamente internacionales: el socialismo no puede ser de un solo país por el intercambio mundial que existe de mercancías, si esto llega a darse terminaría como una verdadera aberración del sistema económico, ya que el ser nacional significa ser particular. Entonces en un primer acercamiento tenemos que el socialismo debe buscar ser internacional, pues el objetivo debe ser universal. Pero para Gramsci es algo que lo remite a un problema, ya que este objetivo puede descuidar las características estrictamente nacionales y las diferencias económicas, que comprometen la misión internacional; por eso plantea que debe enfocarse sobre todo en lo particular, es decir buscar un socialismo en primer lugar nacional. La filosofía de la praxis requiere ejercerse en el propio país. Este atender a lo nacional, requiere una combinación de fuerzas nacionales pero desde una perspectiva internacional, está combinación de fuerzas particulares es lo que nosotros denominamos Hegemonía.

Con esto nos remitimos al concepto del Estado, que para los marxistas tradicionales era despreciado, porque el Estado es una conformación de fuerzas que benefician a una clase dominante; entonces en la versión tradicional, el Estado es una mera fase que debe ser superada por la dictadura del proletariado. Gramsci suscribe esa hipótesis, pero menciona que al superarlo no será simplemente por haber transformado un sistema por otro, ya que el Estado no está regido solamente por los medios de producción: es más, el Estado no es solamente un orden que beneficie a una clase dominante y que siempre está imponiéndose. Esta llamada «imposición» no es solamente un ejercicio violento sobre el conjunto de la población civil, sino que la imposición cuenta con dos elementos, que hay que tener presentes: Coerción y Persuasión, este conjunto es indispensable, porque la lectura tradicional del marxismo no había tomado en cuenta este segundo término: la persuasión. Si el Estado es el conjunto de coerción y persuasión, es en beneficio de un segmento del Estado, no es en beneficio necesariamente del conjunto total del Estado. Si el Estado beneficia a una clase dominante podría darnos la impresión de que podemos identificar cuál es esa clase dominante y entonces decir que el Estado debe ser eliminado, lo cual en un primer momento poder resultar atractivo, pero no tiene sentido porque para poder identificar que el Estado está beneficiando a una clase dominante, requiere que estemos fuera de él. Pero esto no tiene sentido, ya que toda crítica al Estado requiere hacerse desde dentro (o desde una posición que no es privilegiada). Lo que nos quiere decir con esto es que resulta imposible pensar al Estado fuera del Estado y esto viene a cuento con los llamado derechos del hombre, que ya empezaban a ser discutidos.

Estos derechos humanos suponen que hay un ser humano que es previo al Estado, entendiendo aquí al Estado como la totalidad de las relaciones sociales. Entonces todos podemos acceder a los derechos en esa perspectiva, porque en sí mismo y para sí mismo podemos exigirlos, lo cual dice Gramsci que es totalmente fuera de toda realidad, dado que nosotros ya estamos dentro de él. El Estado es anterior a los individuos desde esa perspectiva, porque la función del Estado sería educar a las masas de tal manera que las masas mantengan el orden que ya existe, es esa educación de la masa, de tal manera que no solo recibimos de cierta manera cómo organizarnos sino que vamos a transmitir a las generaciones futuras esa educación. A esto lo llamamos Estado ético.

Esta función, la coerción-persuasión, consiste en perpetuar un modo de relacionarse los hombres con la naturaleza, con los otros, consigo mismo, y consiste en el consenso de las diversas fuerzas sociales que tienden no obstante a su dispersión.

b. Por ello para el Estado la cuestión del derecho es fundamental: el derecho es la configuración de la cosa pública, en la medida en que el Estado no existe simplemente en abstracto sino que existe en las prácticas que reproducen ese Estado, y estas prácticas son consecuencia justo de un orden social, pero cuando hablamos de un orden social suponemos que ya tenemos regulación social. Pero ¿qué le da orden al Estado? Aquello que le da orden al estado en términos de su implementación se llama coerción y persuasión, pero estas dos no son el orden, es más bien el modo en el que el orden se manifiesta en el Estado. El orden del Estado será su derecho, es decir sus leyes, sus costumbres.

La pregunta que nos podemos formular ante esto es si las leyes son anteriores al Estado.

Para responder, tenemos dos hipótesis: Primero existe una costumbre, y luego el Estado la convierte en ley. Parece que el orden del Estado podría estar constituido por leyes que luego se proyectan al nivel de la formalidad; esa es una primera interpretación. Con esto suponemos que las leyes formalizan algo que ya estaba dado. Desde esta perspectiva podemos ver que es estrictamente misoneísta, eso quiere decir conservadora. Porque supone que las leyes van a legislar algo que ya estaba dado.

Pero la legislación no consiste en eso, dado que legislar supone que a través de las leyes se busca generar una nueva conciencia respecto a sus relaciones sociales, es decir, las leyes buscan educar: no es la costumbre la que simplemente se vuelve ley. La labor política por excelencia es la labor legislativa, ya que el legislador es aquel que busca darle un nuevo orden al Estado. El establecimiento de un nuevo orden, una nueva hegemonía, implica que se crearan nuevas costumbres a partir de la realización de nuevas leyes, pero en esta segunda perspectiva nos damos cuenta que el establecimiento de una nueva ley no puede empezar por decreto a cambiar las costumbres existentes.

c. Pero ¿en qué consiste el papel del legislador? Si sabemos que el Estado es un orden y el orden está conformado por costumbres, entonces ser «legislador» significa o justificar o transformar el orden existente. Para Gramsci el legislador no es solamente aquel que tiene un puesto de elección popular. Todos somos legisladores en la medida en que nuestras acciones tienden a justificar las costumbres, y en la medida en que las justifica perpetúa el orden; entonces, legislamos. O bien, nuestras acciones buscan transformar el orden buscando establecer una nueva costumbre. Es por ello que habla Gramsci de dos sentidos para ser legislador: el estricto, que es aquel que depende de la elección popular o decreto, y el sentido lato de ser legislador. Según este segundo sentido, todo hombre y toda mujer contribuye a perpetuar su ambiente social. Ampliando el sentido del legislador, de manera inevitable estamos realizando una de las dos acciones: ya sea justificando lo que existe y por lo tanto volviendo la costumbre ley, o bien intentado establecer nuevas leyes. Por ello todo legislador debe considerar cuatro aspectos:
  • Como legislador no podemos realizar actos arbitrarios, es decir, las leyes que busquemos establecer para nuevas costumbres no pueden estar en completo desacuerdo con el modo de proceder del conjunto de la población;
  • Las costumbres que volvemos ley deben valorar las consecuencias y no quedarse solamente con la valoración de las intenciones;
  • El legislador considerara sobre todo la voluntad colectiva y no el gusto individual del propio legislador;
  • No considerar el aspecto previo lleva a errores estratégicos.


La distinción entre la gran política y la pequeña política. La pequeña política consiste en los conflictos que se dirimen al interior de un Estado; la confrontación de ciertos actos persuasivos y coerción entre unos grupos y otros. Tras la caída del muro de Berlín, hay una abdicación de la izquierda en cuanto a la gran política: existe un desencanto generalizado frente a la posibilidad de un cambio radical. De lo que se trata en la gran política es de mostrar y cuestionar los límites mismos del Estado, y esta perspectiva ha caído en descrédito. Toda confrontación política es por necesidad política. No hay una confrontación que intente definir cuáles son los límites del Estado: más bien hay que ponerse de acuerdo en los tres sistemas legislativo, ejecutivo y judicial. Se da una confrontación dentro del Estado (en términos de pequeña política) porque no hay un punto de vista privilegiado que permita discernir cuál es verdadero o no.

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